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“Cuando me quise levantar ya la lumbre estaba encima de mí, pero me salí como lagartija, arrastrándome”, recuerda Porfirio Cedillo Cortés, de 75 años de edad, locatario del tianguis pirotécnico de San Pablito, cuya esposa Rosa Rosales Urbán, de 70 años, sufrió severas quemaduras y está hospitalizada.
“Corrimos y chocamos con otra pareja. Iba con mi señora, pero con las ansias nos caímos los cuatro. Entonces a la hora que me levanté y levanté a mi señora me pegó el tabicazo, fue lo que me tiró otra vez. Mi señora corrió, pero ya no vi para dónde, cuándo me quise levantar la lumbre estaba encima de mí, pero me salí como lagartija, arrastrándome. Ya la lumbre andaba arriba, el humo, nada más tentando por dónde salía. Una vez que salí no me di cuenta de nada”, relata.
Agregó: “Uno de los compañeros me dijo ‘tú señora está hasta allá’, y la fui a ver, cuando la encontré bocarriba estaba inconsciente. La cargamos, la trajo mi hijo y nos ayudaron los policías hasta que llegaron las ambulancias, hasta ahí fue”.
Don Porfirio y doña Rosa vivieron los dos anteriores incendios del tianguis de San Pablito, ocurridos en el 2005 y 2006, en los que no hubo personas muertas, sólo lesionados y daños cuantiosos.
“Es fuerte que veas a tu esposa que está rostizada. Dicen que está estable. ¿Cómo se ve? Quién sabe, sólo Dios”, mencionó.
Añadió: “Otros se encerraron en sus mismos locales para ver si ahí se protegían, pero no tenían ninguna protección. Simplemente y luego les digo, lo que tienen es la muerte, los locales estaban tapados de lámina de asbesto, entonces a dónde cae un piedrazo se abre y por ahí se mete la lumbre”.
Don Porfirio dice que los pedazos de block de los locales salieron disparados y golpeaban a las personas que corrían, por lo que la lluvia de proyectiles les impidió huir.
“Las piedras eran de todos los locales que estaban parados. Eso fue lo que nos tiró a los que íbamos corriendo, proyectiles”, insistió.
Afirmó: “No se piensa nada. Usted lo que piensa es salir del fogón, como se dice, es como cualquier reacción. Me pregunta ayer en la mañana un médico, ‘bueno, ¿quién le enseñó que así se debía salvar de la lumbre, no vienes nada quemado, ni los cabellos ni nada?’. Le dije, quién sabe, es que yo me paré y sentí el calor y como estaba tirado abajo no sentía yo, bueno el calor se siente, pero no me quemaba y parado sí quema. Fue como me quedé y así me fui, tentando a ver por dónde salía yo, me topaba con mucho escombro y no estaba yo tan lejos, a dos carriles para salir del mercado”.
Don Porfirio confía en que doña Rosa se recuperará y volverán al tianguis de San Pablito, a continuar con su actividad.
“Para un trabajo que ama uno no es difícil, vuelve a uno empezar como cuando empezó la primera vez. Ya nos pasó dos veces, con esta tres, y todavía estamos con la terquedad, todavía estamos tercos con eso. Muchos porque no saben hacer otra cosa, otros porque les gusta el ambiente, otros no sé”, explica.
El hombre detalla que ser vendedor del tianguis de San Pablito no es el gran negocio, como algunos creen, pues muchos locatarios compran a los productores y la ganancia es poca, a veces para ir al día, sobre todo porque las ventas son buenas sólo en las temporadas altas y el resto del año apenas y hay.
“¿Volver al tianguis?, primero Dios. Si no, me voy a vender pepitas por ahí, tiene uno que vivir de alguna manera”, concluye.